sábado, 23 de junio de 2007

EDITORIAL


La reconstrucción del movimiento popular ha sido la consigna recurrente y transversal para la izquierda durante los últimos 15 años. A estas alturas parece prudente preguntarse como vamos en esta tarea. Pero cuando se quiere realizar este ejercicio de evaluación surgen de inmediato los problemas: Primero, ¿Qué es movimiento popular?. ¿Será cualquier expresión de descontento expresada públicamente?, ¿Son los miles de pequeños grupos trabajando en sus espacios naturales (universidades, poblaciones, empresas)?.
Normalmente para definir este trascendental punto cada uno lo hace de acuerdo a su particular interés, por esto no es extraño escuchar cada cierto tiempo a algunos sectores sacando cuentas alegres con respecto al resurgimiento del movimiento popular. Como muestra sólo recordaremos los auspiciosos discursos en la época de la conmemoración de los 500 años del descubrimiento de América y la masividad de las movilizaciones mapuches y sus apoyos; más cercano aún el movimiento secundario del año pasado, o en las poblaciones cuando un grupo cualquiera logra convocar o movilizar a algún sector numéricamente importante para alguna coyuntura. Sin duda resulta relevante ponernos de acuerdo en una definición, para poder mirar estos fenómenos de forma similar y ojalá sacar las conclusiones que nos ayuden a avanzar.

Talvez más importante que una definición común sea acercarnos a una forma apropiada de medir los avances en este campo. ¿Cómo se mide avance o retroceso en este campo?. ¿Cuál es la característica relevante en este tópico, la cantidad o la calidad, talvez un “educado” marxista nos diga que estas no son más que características de un fenómeno dialéctico, sin duda no pretendemos zanjar aquí este aspecto de la cuestión, sino que quisiéramos llamar a la reflexión sobre las carencias en ambos elementos de la ecuación. Sin duda que de no avanzar en la calidad de los que componen el campo popular difícilmente avanzaremos en la cantidad y sin cantidad es mas difícil que surjan cuadros de calidad. No pretendemos caer en la lógica de descubrir que es primero si el huevo o la gallina. Lo que nos llama profundamente la atención como colectivo es la incapacidad de los actores políticos involucrados para avanzar en cualquiera de los campos mencionados y no hacemos alusión a la política del partido comunista, que mide sus avances en cantidad de votos, sin duda que eso no es cantidad ni mucho menos calidad; pero más preocupante que eso, son los discursos autocomplacientes de quienes se dicen ser parte de la izquierda revolucionaria o consecuente, que si bien reconocen la necesidad de la formación para superar el actual estado de cosas, brillan por su ausencia cuando se les convoca a hacerse cargo coherentemente del tema.


Como hacerle el quite a la tentación oportunista de plantear como avance del movimiento popular la lucha de los deudores habitacionales u otros sectores, porque le generan problemas al gobierno de turno. Sin duda que todas estas manifestaciones populares tienen aspectos positivos, desenmascarar las contradicciones del modelo, politizar a algunos de los componentes de los mismos, generar y foguear a dirigentes, activistas y bases populares, etc. Pero de qué sirve todo esto si los revolucionarios no logran entender, prever, ni generar ninguno de estos movimientos y por ende no logramos capitalizar ninguno de los pequeños avances que se podrían generar al calor de las movilizaciones, por lo que con el paso del tiempo estos se diluyen y pasan a ser parte del anecdotario predilecto de las tertulias “revolucionarias”.

Talvez el problema esté, en que no se tiene claro para qué se quiere generar este movimiento popular. Para algunos será para responder a una inquietud social, válida pero no suficiente. Para otros alcanzar objetivos reivindicativos sin mezclarlos con lo político. También servirá para ayudar a crear base social en vista a un proyecto político, que es legítimo pero que se dá en una coyuntura de carencias programática, de organizaciones políticas o en vías de serlo débiles.
Por eso resulta difícil, responder hoy en día a las interrogantes mencionadas al principio. Pero es necesario avanzar en esta área. Avanzar en definiciones comunes y en la utilización de metodologías científicas de evaluación.

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