domingo, 21 de octubre de 2007

REFLEXIONANDO SOBRE EL CHÉ



Hace 40 años en las tierras de Bolivia fue asesinado Ernesto Ché Guevara, Comandante y Doctor.
Estaba allí cumpliendo su propio compromiso de luchar siempre, que había comenzado en cierta forma en Guatemala.
En la guerrilla de Sierra Maestra conoce a otro revolucionario, Camilo Cienfuegos, muerto en accidente aéreo, después de la victoria. En ese momento el Ché dice de él: “No vamos a encasillarlo, para aprisionarlo en moldes, es decir matarlo”
Quizás su inmenso legado todavía es el menos visible hoy día y esta más presente su poster mercantilista.
Nunca pensó quizás que entre todos lo “íbamos a encasillar, es decir matarlo”
A pesar de ello algo debe haber para que su imagen y su leyenda hayan cruzado desde el siglo pasado para seguir siendo ícono de muchas luchas hoy día.
Hoy queremos rescatar lo más valioso de este revolucionario. No su imagen rockera, no su boina, su cigarro o su barba, sino su quehacer, su pensamiento, su conducta, su moral, su compromiso con la revolución.

Quien mejor que Fidel para dar con este re-encuentro: “Los enemigos creen haber derrotado sus ideas, haber derrotado su concepción guerrillera, haber derrotado sus puntos de vista sobre la lucha revolucionaria armada. Y lo que lograron fue, con un golpe de suerte, eliminar su vida física”
Sin embargo, ¿cómo tienen los revolucionarios que afrontar ese golpe adverso? ¿Cómo tienen que afrontar esa pérdida?

Esta pregunta que se hace Fidel, esta siempre vigente.
¿Vamos a tomar un fusil e irnos a una nueva Sierra o a un nuevo Ñancahuazú? O vamos a aprender de sus estudios sobre la guerra revolucionaria?
O vamos a aprender de su código de conducta durante la guerrilla donde no se permitió ni el más mínimo privilegio y siempre exigió para sí un trato de igual con el resto de sus camaradas? ¿Aprenderemos que la lucha exige que seamos integrales, que no solo se es revolucionario con el fusil en la mano sino con el libro en la otra, como él lo hacía en los escasos momentos de respiro en la Sierra? Cuando recién eran un puñado de hombres dispuestos a todo, previó las necesidades más urgentes y resolvió fundar desde el principio de la lucha, las escuelas de formación de guerrilleros, donde esos jóvenes ardientes de combatir podían entender las razones del porqué de la revolución, de cuales deberían ser sus deberes, sus conductas frente a la población y frente a los prisioneros. O como entender una nueva forma de ver y respetar a las compañeras que se incorporaban con el mismo entusiasmo y valor a esa lucha, en las mismas condiciones que los hombres.

Continúa Fidel: “Su inteligencia multifacética era capaz de emprender con el máximo de seguridad cualquier tarea en cualquier orden, en cualquier sentido. Y así, representó de manera brillante a nuestra patria en numerosas conferencias internacionales, de la misma manera que dirigió brillantemente a los soldados en el combate, de la misma manera que fue un modelo de trabajador al frente de cualesquiera de las instituciones que se le asignaron, ¡y para él no hubo días de descanso, para él no hubo horas de descanso!”

Así es, con el mismo entusiasmo y responsabilidad, pudo crear las bases para definir una nueva forma de producir en base a las necesidades reales y también ir desarrollando un nuevo tipo de relación de los trabajadores con su trabajo. Cuando se oponía tenazmente a crear incentivos económicos para estimular la producción, y en cambio destacar el valor moral y ético que debía guiar a todo trabajador, esto desde su cargo desde el Ministerio de Industrias. Su constante labor en terreno, en contacto con los trabajadores y pueblo. O su inclaudicable denuncia del imperialismo y su carácter explotador y brutal, como portavoz de Cuba ante las Naciones Unidas. O su definición y coherencia con el internacionalismo que lo lleva a apoyar la lucha de los africanos por su libertad e independencia del colonialismo, especialmente en el Congo.


Continúa Fidel “Y cuando se hable de internacionalista proletario, y cuando se busque un ejemplo de internacionalista proletario, ¡ese ejemplo, por encima de cualquier otro ejemplo, es el ejemplo del Che!”
El Ché era lo contrario de los superhéroes utilizados por el imperialismo norteamericano. Esas ficciones que hablan de seres aislados de la realidad, escondidos en cuevas o detrás de un antifaz. Tremendamente poderosos, porque son intocables, entregando una imagen perfecta de sus creadores. Al contrario el Ché era un ser humano, que por encima de todo creía en la justicia que nosotros podemos hacer, en las causas que todos debemos luchar, juntos a los otros, creando juntos el camino, asumiendo todos nuestra responsabilidad, y nó entregándosela a seres extraordinarios o mesiánicos. Preocupado de ir creando una nueva forma de relación entre los seres humanos, hablaba de ese “hombre nuevo” que debía nacer de esta revolución. Por encima de nadie, siempre junto a todos. Que la acción conjunta es la mejor arma para derrotar al enemigo. Que el desarrollo de nuestra moral es la herramienta principal para triunfar. Que la guía para hacer la guerra a la opresión y explotación es el amor a nuestros semejantes “por paradójico que esto parezca, esto lo hacemos por amor” decía en una entrevista.

Uno de los estudiosos del humanismo revolucionario del Che Guevara, Michael Lowy, dice: “El Ché no solo fue un heroico combatiente, sino que además un pensador revolucionario, un precursor de un proyecto político y ético por el cual luchó y murió. La filosofía que le da cohesión, color y calor a su empuje ideológico es un profundo y original humanismo revolucionario”.
Por eso la imagen de superhéroe en las poleras, no calza con su conducta y con su pensamiento.

Si su compromiso empieza a desarrollarse en el contacto directo con la realidad de nuestros pueblos, a través de su viaje en moto, no es menos cierto que no fue lo único que lo hizo tener esa profunda convicción de que solo una revolución podría cambiar las cosas. Porque también el ideario marxista era parte profunda de su pensamiento. Decía: “Hay verdades tan evidentes, tan incorporadas al conocimiento de los pueblos que ya es inútil discutirlas. Se debe ser “marxista” con la misma naturalidad con que se es “newtoniano” en física, o “pasteuriano” en biología, considerando que si nuevos hechos determinan nuevos conceptos, no se quitará nunca su parte de verdad a aquellos otros que hayan pasado. (...) Es por ello que reconocemos las verdades esenciales del marxismo como incorporadas al acervo cultural y científico de los pueblos y lo tomamos con la naturalidad que nos da algo que ya no necesita discusión”.

Es bueno rescatar todo su legado en forma integral, especialmente cuando en nuestra sociedad se hace tan difícil seguir con la lucha, cuando el enemigo se muestra más poderoso y arrogante que nunca. Cuando la globalización trata de alienarnos en el pensamiento y en la conducta, para que caigamos en la perversión del consumo, del individualismo y desarraigo. Cuando la política colonialista no tiene freno y el imperialismo invade países, masacra pueblos, culturiza a los pueblos en su propia versión de vida. Frente a esto se levanta el legado revolucionario del Ché y de tantos otros que en Cuba, en Latinoamérica y en todo el mundo supieron y saben alzar su voz y su enérgica acción contra el avance imperialista.
Frente a este escenario neoliberal, neoexplotador, neocolonialista, las ideas del Ché permanecen vigentes. Su dialéctica humanista, su conducta revolucionaria, su aporte a la transformación de la humanidad, su causa de liberación, su llamado a luchar contra la opresión capitalista y la construcción de una sociedad socialista, se escuchan más fuerte, más actuales y más necesarias que nunca.
Por eso el mejor homenaje al Ché, es muy simple: “COMPROMETERNOS CON LO MEJOR DE CADA UNO, PARA SEGUIR SU EJEMPLO”

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