domingo, 23 de diciembre de 2007

El Caliche y las causas de la Huelga.






El salitre se producía en instalaciones llamadas “oficinas”, donde los obreros trabajaban en condiciones casi de esclavitud. A través del diario y de “enganchadores”, engañaban a cientos de campesinos especialmente para ir a trabajar al norte, para después someterlos a condiciones de esclavitud y servidumbre, todo ello con la seguridad que entregaba el estado a través de la policía y las tropas. El trabajo se realizaba bajo inaceptables condiciones, incluso para esa época. Tanto es asi que se estima que la edad promedio que alcanzaba un obrero de las salitreras era de 25 años.

El trabajo podría resumirse en tres faenas.
1.- Cateo y extracción: allí los obreros deben abrir a punta de “barrenos”, y con dinamita, las capas del caliche. Otros trabajadores se encargarán de deshacer estos grandes pedazos de caliche. Después otro grupo se encargará de cargar las carretas y transportar el material bruto a las chancadoras.
2.- Elaboración: en las chancadoras, los operarios se encargan de triturar los trozos de caliche, para después ser llevados a los “cachuchos” para ser disueltos mediante agua y calor
Este “caldo” se vaciará en otros contenedores, donde se separara el material de residuo, y luego el salitre cristaliza.
3.- Ensacado y transporte, otros obreros llevaran este cristal en bateas hacia las canchas, donde será ensacado y luego llevado hasta el ferrocarril.
Cada faena cuenta con un grupo de trabajadores que casi siempre realiza la misma función, incorporando en cierta medida el concepto de “trabajo en serie”. Además de los trabajadores que intervienen en el proceso mismo, existían otros que tenían funciones auxiliares en maestranzas o en terreno, como fundidores, herreros, carpinteros, etc.

Como decíamos al principio, las condiciones de trabajo eran las de un esclavo. No pocos murieron manipulando la dinamita. Otros a veces morían o quedaban mutilados al caer a las “chancadoras” o los “cachuchos”. A otros los afectó a largo plazo, el polvo que se introdujo en sus pulmones, provocando la silicosis. No menos insoportable eran los 50º o más grados que había en el proceso de separar el salitre en los cachuchos y los gases tóxicos que se desprendían. Los cargadores, tenían que soportar sobre sus espaldas no solo el peso del salitre sino también la acción del mismo sobre su piel.
Normalmente las “instalaciones” y talleres de trabajo no poseían ninguna condición de salud; ventilación, electricidad, agua, etc.
Más allá del procesamiento del caliche, su sueldo era pagado con fichas, se le descontaban innumerables cosas. Las fichas sólo podían usarse en las “pulperías” (almacenes) de las “oficinas” que también eran de propiedad del patrón. Así el dueño de la mina se ahorraba tener que disponer de capital para el pago de mano de obra, obligaba al obrero a permanecer en la mina, y lo convertía en su propiedad. Era casi imposible que el obrero pudiera renunciar, porque casi siempre quedaba en deuda con el patrón a fin de mes. Además los guardias armados impedían que se fugara.
A quien protestara, iniciara organizaciones, quisiera irse, o fomentara huelgas, era castigado brutalmente, entre otras durante días permaneciendo en los “cepos” (manos y pies sujetos y encadenados a tablones que los dejaban inmóviles y doblados).

Tan brutales eran las formas de trabajo, tan humillante el trato, tan injusto el pago, tanta riqueza que se llevaba el patrón. Tanta la ostentación de los ricos. Tan arrogante y prepotente el capataz, que de a poco se fue gestando la gran Huelga, tomando las experiencias de 50 años de lucha de otros obreros y artesanos. Súmese a ello la crisis económica que significaba el aumento de precios de los alimentos, la devaluación de la moneda.
Poco a poco los dirigentes fueron dando los pasos para coordinar lo más posible a las oficinas salitreras. En noviembre de ese año laboraban en los distritos salitreros de Tarapacá y Antofagasta cerca de 40.000 operarios, de los cuales 13.000 eran extranjeros: bolivianos y peruanos en su mayor parte, que se habían quedado después de terminada la guerra.

A principios de Diciembre (4 dic) fueron los trabajadores ferroviarios que se declararon en huelga exigiendo el pago de sus sueldos a una tasa más alta (16 peniques). Luego serán los trabajadores portuarios del salitre los que exigirán los mismo. Ambos conflictos se resuelven, pero se expande a las salitreras. Primero el cantón de Alto San Antonio. Luego se unirá la Oficina San Lorenzo, después la Oficina Santa Lucía. Para el 14 de Diciembre había cerca de 30 oficinas en huelga, y empezaban la marcha hacia Iquique.
También empezaba a llegar la represión decretada por Pedro Montt (Presidente). El crucero Blanco Encalada llega a Iquique. Llega el Regimiento "Rancagua". El 18 de diciembre echaba anclas en la bahía el crucero "Esmeralda" que traía tropas del Regimiento de Artillería de Costa, de Valparaiso. El Ministro del Interior, Rafael Sotomayor autoriza aumentar el número de la policía. El intendente Eastman vuelve a Iquique junto a Silva Renard y el Regimiento "O'Higgins" y comunica a los huelguistas “" Mi viaje obedece a este propósito, de volveros a ver de nuevo en vuestras faenas, contentos y tranquilos."

El ministro Sotomayor ordena al Intendente: " Proceda como en Estado de Sitio cese inmediato oficinas interior prohibición gente ir Iquique”.
La parte patronal se negó sistemáticamente a lograr acuerdos, o dar concesiones a los trabajadores y exigieron y presionaron por la actuación de las “fuerzas del orden”: policía, militares y marinos.
La tragedia se desató cuando el general de brigada Roberto Silva Renard, ordenó fuego a las 3 3/4 horas de la tarde. El general hizo avanzar 2 ametralladoras bajadas del crucero Esmeralda, un piquete del Regimiento O'Higgins, y el piquete de la marinería situada en calle Latorre.
Según el propio Silva Renard calculó que en el interior de la escuela habrían 5.000 personas y afuera 2.000. Al principio el número de muertos según cifras oficiales eran apenas unos cuantos. Después los testigos y periodistas, los testimonios y documentos permiten decir que los muertos fueron al menos más de 200. Los dirigentes máximos del movimiento de los pampinos José Briggs y Luis Olea, no murieron en la escuela misma, sino que fueron capturados después y asesinados. La verdad que siempre todos supieron que fueron acribillados miles de obreros, mujeres y niños.
Recién hoy se da a conocer públicamente lo que estaba a vista de todos. En una fosa en Iquique se han encontrado al menos 862 restos de mineros masacrados en la escuela Sta María..
Los trabajadores el 16 de diciembre de 1907, presentaron sus demandas en un Memorial:
1- Aceptar que mientras se supriman las fichas y se emita dinero sencillo cada Oficina representada y suscrita por su Gerente respectivo reciba las de otra Oficina y de ella misma a la par, pagando una multa de $ 50.000, siempre que se niegue a recibir las fichas a la par.
2-Pago de los jornales a razón de un cambio fijo de 18 peniques.
Libertad de comercio en la Oficina en forma amplia y absoluta.
3- Cierre general con reja de fierro de todos los cachuchos y chulladores de las Oficinas Salitreras, so pena de pagar de 5 a 10.000 pesos de indemnización a cada obrero que se malogre a consecuencia de no haberse cumplido esta obligación.
4- En cada oficina habrá una balanza y una vara al lado afuera de la pulpería y tienda para confrontar pesos y medidas.
5- Conceder local gratuito para fundar escuelas nocturnas para obreros, siempre que algunos de ellos lo pida con tal objeto.
6- Que el Administrador no pueda hacer arrojar a la rampla el caliche decomisado y aprovecharlo después en los cachuchos.
7- Que el Administrador ni ningún empleado de la Oficina pueda despedir a los obreros que han tomado parte en el presente movimiento, ni a los jefes, sin un desahucio de 2 a 3 meses, o una indemnización en cambio de 300 a 500 pesos.
8- Que en el futuro sea obligatorio para obreros y patrones un desahucio de 15 días cuando se ponga término al contrato.
9- Este acuerdo una vez aceptado se reducirá a escritura pública y será firmado por los patrones y por los representantes que designen los obreros.

Estas fueron las demandas que la clase patronal y el gobierno de Pedro Montt, consideraron inaceptables, ni siquiera dignas de negociación y por lo cual ordenaron al General Silva Renard disparar sin restricción sobre los huelguistas que se alojaban en la Escuela Santa María de Iquique.
Los huelguistas jamás tuvieron miedo a la metralla. Como relata la historia, con sus pechos al frente enfrentaron la muerte. La justa demanda valía la pena. Digno ejemplo para las generaciones actuales. Eso es dignidad. Eso es coraje. Eso es Unidad y Solidaridad. Ojalá estos valores existieran hoy día en las demandas del conjunto de trabajadores, pobladores y estudiantes.

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