domingo, 23 de diciembre de 2007

PRENSA OBRERA.


“... la memoria actúa como un recurso social disponible..., la memoria registra, ordena y ofrece conocimientos que pueden ser puestos en práctica, se trata en definitiva, de un “corpus de conocimientos” que se nutre de una práctica empírica transmitida de generación en generación por medio de distintos tipos de vínculos y redes de comunicación.” (Memoria de las mujeres: espacios e instancias de participación. Prensa Feminista, Centros anticlericales Belén de Sárraga y Teatro Obrero. Maria José Correa y Olga Ruiz. Magíster en Género y Estudios Culturales, Universidad de Chile)

La escritura es una herramienta capaz de generar sus propios efectos de sentido, de tal manera que se constituye en “poder”. Históricamente ha sido una forma elitista de expresar “el mundo”, a la cuál han tenido acceso solo unos pocos. Inclusive hoy, tiempos en que los niveles de analfabetismo son notablemente menores que a principios del siglo pasado, sólo por dar un ejemplo, los que escriben nuestra historia, los que tienen el monopolio de la prensa (no solo escrita) son quienes ejercen el poder. Por lo tanto, los “efectos de sentido” que nos entregan, la expresión de la realidad que nos muestran tiene el mismo objetivo que hace mas de un siglo. Al revisar múltiples materiales bibliográficos, resurge el tema, tan importante creo yo, de rescatar nuestra memoria histórica, esta vez, desde una de las formas que encontraron los trabajadores y trabajadoras para luchar contra la explotación y por la dignidad.
A principios del S. XX, en Chile, la prensa, múltiples libros y folletos trataban temas como el alcoholismo, la mortalidad infantil, la prostitución, la miseria en las viviendas y las condiciones insalubres en las que vivía parte importante de la población. Ya en 1909 “El Mercurio” de Stgo. publicaba que más de 100.000 personas (un cuarto de la población) vivía en condiciones insalubres. Son tiempos en los cuáles el escenario internacional ponía en boga el famoso tema de “la cuestión social”, por lo tanto la burguesía criolla no podía quedarse fuera de la contingencia mundial. Al igual que hoy, que el Mercurio hablase de cómo viven los pobres no significó para nada una intencionalidad diferente. Mientras la oligarquía vivía en su situación de privilegio económico, construían significado compartido de la realidad, y se referían a estos temas como los que podían verse en el campo y en los suburbios de la ciudad.
Era la expresión de la “cultura” burguesa, una cultura de clase basada en el monopolio de la cultura, desarrollada por la minoría y para la minoría. A la par con el surgimiento del movimiento obrero, desde los últimos años del S. XIX en adelante, las ideas anarquistas se transformaron en una corriente contra-cultural, con profunda visión crítica y la determinación de desenmascarar los “valores”, costumbres, creencias y sistemas de autoridad y ejercicio de poder de la clase dominante.
El movimiento obrero fue la herramienta primordial que establecieron los trabajadores para enfrentar, organizadamente, a la clase patronal en la lucha por mejorar las condiciones de vida en que se desenvolvían en el capitalismo.
Una de las formas de difundir y continuar organizando al movimiento obrero, fueron los periódicos, a través de los cuales difundían las actividades desarrolladas por todos los militantes, organizando mítines, dictando conferencias, publicando propaganda, etc.
De esta forma no pasaron inadvertidos para la burguesía, fue tan imprevisto y tan abrumador, por lo inesperado, que pronto los sectores burgueses comenzaron la persecución. Era un grupo de sublevados que intentaban romper su “apacible opresión política y económica”, por lo tanto debían reaccionar. La prensa burguesa comenzó a atacar de todas las formas posibles a estos grupos, pedían a las autoridades la supresión de todos los pasquines que aparecieran. Afortunadamente, todos los pataleos no fueron suficientes.
La zona del salitre había encontrado un arma poderosa. En las pampas comenzaron a sucederse a menudo huelgas. El primer periódico de tendencia socialista que comenzó a publicarse en Iquique, interpretaba las aspiraciones de los trabajadores del salitre y los alentaba en sus luchas.
Proveniente del sector anarco-sindicalista, se formó un grupo organizado de unos 15 militantes para combatir la dictadura de Carlos Ibáñez en 1927. Con grandes esfuerzos lograron instalar una pequeña imprenta clandestina, desde donde sacaban volantes destinados a los trabajadores con el fin de mantener vivo el espíritu de rebeldía en contra del militarismo burgués. Alcanzó a editar dos números de un periódico.
Se celebraba el Centenario, mostrando un país cívico, con instituciones sólidas y un estado en progreso. La prensa dominante celebraba los 100 años de nación independiente. Sin embargo, algunos intelectuales y escritores desenmascararon la legitimidad del discurso oficial. Develaron el rostro y la voz de un país escondido a propósito. La “cuestión social” no era en realidad un tema relevante. A través de muchas y variadas publicaciones, se acusaba la corrupción dentro del sistema liberal-capitalista, la inexistencia de una preocupación real por los problemas que aquejaban a la población mas pobre. La mortalidad infantil, el alcoholismo, la prostitución y el hacinamiento eran problemas reales que se habían generalizado en la población. (Una vez más la historia parece golpearnos en la cara!!). Durante esos años, nació una literatura “del malestar”, de la cual uno de sus principales exponentes fue Recabarren. Estas denuncias penetraron en los sectores populares, al interior de los cuales las ideas anarquistas y socialistas generaron una conciencias, cada vez mayor, de que la modernidad sólo beneficiaba a la oligarquía liberal.
Junto con la expansión del movimiento obrero, surgieron sindicatos de mujeres y mixtos. Entre 1907 y 1908 al menos 22 asociaciones de este tipo se formaron en Stgo. El aumento de la participación femenina en el mundo laboral fue en aumento. En 1907 conformaba casi un tercio de la población económicamente activa. No podía, entonces, quedarse fuera de las demandas. Las mujeres se caracterizaron por su potencial organizativo y de movilización, participaron activamente y en gran número en las huelgas obreras. Desde la prensa obrera se les alentaba a estudiar, a prepararse, abriendo un espacio para reflexionar de modo crítico sobre la participación de la mujer en la lucha por el cambio revolucionario. La corriente del feminismo obrero se desarrolló con el surgimiento del primer periódico redactado por una mujer, “La Alborada”, que se propuso promover la participación social femenina. Un año después apareció un periódico feminista de propaganda emancipadora llamado “La Palanca”, que era el órgano oficial de la Asociación de costureras de Stgo. Independiente de las diferentes visiones respecto al tema, no podemos obviar que el feminismo logró posicionarse fuertemente al interior de la prensa obrera, abriendo un debate acerca de la identidad de la mujer trabajadora y su rol en la lucha social y revolucionaria. En la zona salitrera, los centros femeninos alcanzaron gran relevancia y permanencia. Se destacaron por el número de afiliadas y la diversidad de actividades que desarrollaban. Entre los objetivos estaba la denuncia del alto costo de la vida, los abusos del sistema de pulperías, el derecho al descanso dominical, campañas antialcohol y la promoción de las ideas de emancipación de la mujer. Dentro de las actividades que realizaban, destacan la preparación de conferencias, lecturas de poesía y pequeñas obras de teatro. Estas actividades se transformaron en los medios mas difundidos para entregar recreación y educación a los pampinos y sus familias. En general, este aporte ha sido silenciado por la historia oficial y es nuestra labor examinar estas experiencias para comprender, no solo realidades, sino también miradas y proyectos. Tanto la prensa obrera como el teatro obrero fueron espacios de aprendizaje social y participación, se constituyeron como espacios de creación y transgresión, de experiencias autónomas y autogestionadas que lograron ser la voz de quienes habían sido mantenidos en silencio.
“El vínculo que las mujeres podemos establecer con nuestra propia historia, no puede limitarse a un rescate puramente testimonial de las experiencias pasadas. La recuperación de una historia que se ha forjado colectiva y organizadamente a lo largo de distintos y complejos procesos históricos, tienen un sentido y una proyección política. Este retorno hacia nosotras mismas, posee una dimensión profundamente social, ya que no solo permite un acercamiento crítico a las experiencias pasadas, sino también fortalecer los lazos de nuestra identidad colectiva”. (Op. Cit.)
Si bien gran parte de la información recogida para este artículo corresponde a un ensayo de Magíster en Género, creo que es absolutamente válido para representar, mas allá del género, la importancia de establecer un vínculo real con nuestra historia como pueblo explotado y construir desde nuestra memoria histórica una identidad de clase que nos permita cimentar el camino para la sociedad que queremos construir. No se trata de una mirada nostálgica ni lastimera del pasado, sino de la memoria histórica que cobra fuerza cuándo es un una fuente de saber tan potente que es capaz de orientar nuestras acciones presentes y vislumbrar las futuras.




PRENSA OBRERA.

“... la memoria actúa como un recurso social disponible..., la memoria registra, ordena y ofrece conocimientos que pueden ser puestos en práctica, se trata en definitiva, de un “corpus de conocimientos” que se nutre de una práctica empírica transmitida de generación en generación por medio de distintos tipos de vínculos y redes de comunicación.” (Memoria de las mujeres: espacios e instancias de participación. Prensa Feminista, Centros anticlericales Belén de Sárraga y Teatro Obrero. Maria José Correa y Olga Ruiz. Magíster en Género y Estudios Culturales, Universidad de Chile)

La escritura es una herramienta capaz de generar sus propios efectos de sentido, de tal manera que se constituye en “poder”. Históricamente ha sido una forma elitista de expresar “el mundo”, a la cuál han tenido acceso solo unos pocos. Inclusive hoy, tiempos en que los niveles de analfabetismo son notablemente menores que a principios del siglo pasado, sólo por dar un ejemplo, los que escriben nuestra historia, los que tienen el monopolio de la prensa (no solo escrita) son quienes ejercen el poder. Por lo tanto, los “efectos de sentido” que nos entregan, la expresión de la realidad que nos muestran tiene el mismo objetivo que hace mas de un siglo. Al revisar múltiples materiales bibliográficos, resurge el tema, tan importante creo yo, de rescatar nuestra memoria histórica, esta vez, desde una de las formas que encontraron los trabajadores y trabajadoras para luchar contra la explotación y por la dignidad.
A principios del S. XX, en Chile, la prensa, múltiples libros y folletos trataban temas como el alcoholismo, la mortalidad infantil, la prostitución, la miseria en las viviendas y las condiciones insalubres en las que vivía parte importante de la población. Ya en 1909 “El Mercurio” de Stgo. publicaba que más de 100.000 personas (un cuarto de la población) vivía en condiciones insalubres. Son tiempos en los cuáles el escenario internacional ponía en boga el famoso tema de “la cuestión social”, por lo tanto la burguesía criolla no podía quedarse fuera de la contingencia mundial. Al igual que hoy, que el Mercurio hablase de cómo viven los pobres no significó para nada una intencionalidad diferente. Mientras la oligarquía vivía en su situación de privilegio económico, construían significado compartido de la realidad, y se referían a estos temas como los que podían verse en el campo y en los suburbios de la ciudad.
Era la expresión de la “cultura” burguesa, una cultura de clase basada en el monopolio de la cultura, desarrollada por la minoría y para la minoría. A la par con el surgimiento del movimiento obrero, desde los últimos años del S. XIX en adelante, las ideas anarquistas se transformaron en una corriente contra-cultural, con profunda visión crítica y la determinación de desenmascarar los “valores”, costumbres, creencias y sistemas de autoridad y ejercicio de poder de la clase dominante.
El movimiento obrero fue la herramienta primordial que establecieron los trabajadores para enfrentar, organizadamente, a la clase patronal en la lucha por mejorar las condiciones de vida en que se desenvolvían en el capitalismo.
Una de las formas de difundir y continuar organizando al movimiento obrero, fueron los periódicos, a través de los cuales difundían las actividades desarrolladas por todos los militantes, organizando mítines, dictando conferencias, publicando propaganda, etc. De esta forma no pasaron inadvertidos para la burguesía, fue tan imprevisto y tan abrumador, por lo inesperado, que pronto los sectores burgueses comenzaron la persecución. Era un grupo de sublevados que intentaban romper su “apacible opresión política y económica”, por lo tanto debían reaccionar. La prensa burguesa comenzó a atacar de todas las formas posibles a estos grupos, pedían a las autoridades la supresión de todos los pasquines que aparecieran. Afortunadamente, todos los pataleos no fueron suficientes.
La zona del salitre había encontrado un arma poderosa. En las pampas comenzaron a sucederse a menudo huelgas. El primer periódico de tendencia socialista que comenzó a publicarse en Iquique, interpretaba las aspiraciones de los trabajadores del salitre y los alentaba en sus luchas.
Proveniente del sector anarco-sindicalista, se formó un grupo organizado de unos 15 militantes para combatir la dictadura de Carlos Ibáñez en 1927. Con grandes esfuerzos lograron instalar una pequeña imprenta clandestina, desde donde sacaban volantes destinados a los trabajadores con el fin de mantener vivo el espíritu de rebeldía en contra del militarismo burgués. Alcanzó a editar dos números de un periódico.
Se celebraba el Centenario, mostrando un país cívico, con instituciones sólidas y un estado en progreso. La prensa dominante celebraba los 100 años de nación independiente. Sin embargo, algunos intelectuales y escritores desenmascararon la legitimidad del discurso oficial. Develaron el rostro y la voz de un país escondido a propósito. La “cuestión social” no era en realidad un tema relevante. A través de muchas y variadas publicaciones, se acusaba la corrupción dentro del sistema liberal-capitalista, la inexistencia de una preocupación real por los problemas que aquejaban a la población mas pobre. La mortalidad infantil, el alcoholismo, la prostitución y el hacinamiento eran problemas reales que se habían generalizado en la población. (Una vez más la historia parece golpearnos en la cara!!). Durante esos años, nació una literatura “del malestar”, de la cual uno de sus principales exponentes fue Recabarren. Estas denuncias penetraron en los sectores populares, al interior de los cuales las ideas anarquistas y socialistas generaron una conciencias, cada vez mayor, de que la modernidad sólo beneficiaba a la oligarquía liberal.
Junto con la expansión del movimiento obrero, surgieron sindicatos de mujeres y mixtos. Entre 1907 y 1908 al menos 22 asociaciones de este tipo se formaron en Stgo. El aumento de la participación femenina en el mundo laboral fue en aumento. En 1907 conformaba casi un tercio de la población económicamente activa. No podía, entonces, quedarse fuera de las demandas. Las mujeres se caracterizaron por su potencial organizativo y de movilización, participaron activamente y en gran número en las huelgas obreras. Desde la prensa obrera se les alentaba a estudiar, a prepararse, abriendo un espacio para reflexionar de modo crítico sobre la participación de la mujer en la lucha por el cambio revolucionario. La corriente del feminismo obrero se desarrolló con el surgimiento del primer periódico redactado por una mujer, “La Alborada”, que se propuso promover la participación social femenina. Un año después apareció un periódico feminista de propaganda emancipadora llamado “La Palanca”, que era el órgano oficial de la Asociación de costureras de Stgo. Independiente de las diferentes visiones respecto al tema, no podemos obviar que el feminismo logró posicionarse fuertemente al interior de la prensa obrera, abriendo un debate acerca de la identidad de la mujer trabajadora y su rol en la lucha social y revolucionaria. En la zona salitrera, los centros femeninos alcanzaron gran relevancia y permanencia. Se destacaron por el número de afiliadas y la diversidad de actividades que desarrollaban. Entre los objetivos estaba la denuncia del alto costo de la vida, los abusos del sistema de pulperías, el derecho al descanso dominical, campañas antialcohol y la promoción de las ideas de emancipación de la mujer. Dentro de las actividades que realizaban, destacan la preparación de conferencias, lecturas de poesía y pequeñas obras de teatro. Estas actividades se transformaron en los medios mas difundidos para entregar recreación y educación a los pampinos y sus familias. En general, este aporte ha sido silenciado por la historia oficial y es nuestra labor examinar estas experiencias para comprender, no solo realidades, sino también miradas y proyectos. Tanto la prensa obrera como el teatro obrero fueron espacios de aprendizaje social y participación, se constituyeron como espacios de creación y transgresión, de experiencias autónomas y autogestionadas que lograron ser la voz de quienes habían sido mantenidos en silencio.
“El vínculo que las mujeres podemos establecer con nuestra propia historia, no puede limitarse a un rescate puramente testimonial de las experiencias pasadas. La recuperación de una historia que se ha forjado colectiva y organizadamente a lo largo de distintos y complejos procesos históricos, tienen un sentido y una proyección política. Este retorno hacia nosotras mismas, posee una dimensión profundamente social, ya que no solo permite un acercamiento crítico a las experiencias pasadas, sino también fortalecer los lazos de nuestra identidad colectiva”. (Op. Cit.)
Si bien gran parte de la información recogida para este artículo corresponde a un ensayo de Magíster en Género, creo que es absolutamente válido para representar, mas allá del género, la importancia de establecer un vínculo real con nuestra historia como pueblo explotado y construir desde nuestra memoria histórica una identidad de clase que nos permita cimentar el camino para la sociedad que queremos construir. No se trata de una mirada nostálgica ni lastimera del pasado, sino de la memoria histórica que cobra fuerza cuándo es un una fuente de saber tan potente que es capaz de orientar nuestras acciones presentes y vislumbrar las futuras.





PRENSA OBRERA.

“... la memoria actúa como un recurso social disponible..., la memoria registra, ordena y ofrece conocimientos que pueden ser puestos en práctica, se trata en definitiva, de un “corpus de conocimientos” que se nutre de una práctica empírica transmitida de generación en generación por medio de distintos tipos de vínculos y redes de comunicación.” (Memoria de las mujeres: espacios e instancias de participación. Prensa Feminista, Centros anticlericales Belén de Sárraga y Teatro Obrero. Maria José Correa y Olga Ruiz. Magíster en Género y Estudios Culturales, Universidad de Chile)

La escritura es una herramienta capaz de generar sus propios efectos de sentido, de tal manera que se constituye en “poder”. Históricamente ha sido una forma elitista de expresar “el mundo”, a la cuál han tenido acceso solo unos pocos. Inclusive hoy, tiempos en que los niveles de analfabetismo son notablemente menores que a principios del siglo pasado, sólo por dar un ejemplo, los que escriben nuestra historia, los que tienen el monopolio de la prensa (no solo escrita) son quienes ejercen el poder. Por lo tanto, los “efectos de sentido” que nos entregan, la expresión de la realidad que nos muestran tiene el mismo objetivo que hace mas de un siglo. Al revisar múltiples materiales bibliográficos, resurge el tema, tan importante creo yo, de rescatar nuestra memoria histórica, esta vez, desde una de las formas que encontraron los trabajadores y trabajadoras para luchar contra la explotación y por la dignidad.
A principios del S. XX, en Chile, la prensa, múltiples libros y folletos trataban temas como el alcoholismo, la mortalidad infantil, la prostitución, la miseria en las viviendas y las condiciones insalubres en las que vivía parte importante de la población. Ya en 1909 “El Mercurio” de Stgo. publicaba que más de 100.000 personas (un cuarto de la población) vivía en condiciones insalubres. Son tiempos en los cuáles el escenario internacional ponía en boga el famoso tema de “la cuestión social”, por lo tanto la burguesía criolla no podía quedarse fuera de la contingencia mundial. Al igual que hoy, que el Mercurio hablase de cómo viven los pobres no significó para nada una intencionalidad diferente. Mientras la oligarquía vivía en su situación de privilegio económico, construían significado compartido de la realidad, y se referían a estos temas como los que podían verse en el campo y en los suburbios de la ciudad.
Era la expresión de la “cultura” burguesa, una cultura de clase basada en el monopolio de la cultura, desarrollada por la minoría y para la minoría. A la par con el surgimiento del movimiento obrero, desde los últimos años del S. XIX en adelante, las ideas anarquistas se transformaron en una corriente contra-cultural, con profunda visión crítica y la determinación de desenmascarar los “valores”, costumbres, creencias y sistemas de autoridad y ejercicio de poder de la clase dominante.
El movimiento obrero fue la herramienta primordial que establecieron los trabajadores para enfrentar, organizadamente, a la clase patronal en la lucha por mejorar las condiciones de vida en que se desenvolvían en el capitalismo.
Una de las formas de difundir y continuar organizando al movimiento obrero, fueron los periódicos, a través de los cuales difundían las actividades desarrolladas por todos los militantes, organizando mítines, dictando conferencias, publicando propaganda, etc. De esta forma no pasaron inadvertidos para la burguesía, fue tan imprevisto y tan abrumador, por lo inesperado, que pronto los sectores burgueses comenzaron la persecución. Era un grupo de sublevados que intentaban romper su “apacible opresión política y económica”, por lo tanto debían reaccionar. La prensa burguesa comenzó a atacar de todas las formas posibles a estos grupos, pedían a las autoridades la supresión de todos los pasquines que aparecieran. Afortunadamente, todos los pataleos no fueron suficientes.
La zona del salitre había encontrado un arma poderosa. En las pampas comenzaron a sucederse a menudo huelgas. El primer periódico de tendencia socialista que comenzó a publicarse en Iquique, interpretaba las aspiraciones de los trabajadores del salitre y los alentaba en sus luchas.
Proveniente del sector anarco-sindicalista, se formó un grupo organizado de unos 15 militantes para combatir la dictadura de Carlos Ibáñez en 1927. Con grandes esfuerzos lograron instalar una pequeña imprenta clandestina, desde donde sacaban volantes destinados a los trabajadores con el fin de mantener vivo el espíritu de rebeldía en contra del militarismo burgués. Alcanzó a editar dos números de un periódico.
Se celebraba el Centenario, mostrando un país cívico, con instituciones sólidas y un estado en progreso. La prensa dominante celebraba los 100 años de nación independiente. Sin embargo, algunos intelectuales y escritores desenmascararon la legitimidad del discurso oficial. Develaron el rostro y la voz de un país escondido a propósito. La “cuestión social” no era en realidad un tema relevante. A través de muchas y variadas publicaciones, se acusaba la corrupción dentro del sistema liberal-capitalista, la inexistencia de una preocupación real por los problemas que aquejaban a la población mas pobre. La mortalidad infantil, el alcoholismo, la prostitución y el hacinamiento eran problemas reales que se habían generalizado en la población. (Una vez más la historia parece golpearnos en la cara!!). Durante esos años, nació una literatura “del malestar”, de la cual uno de sus principales exponentes fue Recabarren. Estas denuncias penetraron en los sectores populares, al interior de los cuales las ideas anarquistas y socialistas generaron una conciencias, cada vez mayor, de que la modernidad sólo beneficiaba a la oligarquía liberal.
Junto con la expansión del movimiento obrero, surgieron sindicatos de mujeres y mixtos. Entre 1907 y 1908 al menos 22 asociaciones de este tipo se formaron en Stgo. El aumento de la participación femenina en el mundo laboral fue en aumento. En 1907 conformaba casi un tercio de la población económicamente activa. No podía, entonces, quedarse fuera de las demandas. Las mujeres se caracterizaron por su potencial organizativo y de movilización, participaron activamente y en gran número en las huelgas obreras. Desde la prensa obrera se les alentaba a estudiar, a prepararse, abriendo un espacio para reflexionar de modo crítico sobre la participación de la mujer en la lucha por el cambio revolucionario. La corriente del feminismo obrero se desarrolló con el surgimiento del primer periódico redactado por una mujer, “La Alborada”, que se propuso promover la participación social femenina. Un año después apareció un periódico feminista de propaganda emancipadora llamado “La Palanca”, que era el órgano oficial de la Asociación de costureras de Stgo. Independiente de las diferentes visiones respecto al tema, no podemos obviar que el feminismo logró posicionarse fuertemente al interior de la prensa obrera, abriendo un debate acerca de la identidad de la mujer trabajadora y su rol en la lucha social y revolucionaria. En la zona salitrera, los centros femeninos alcanzaron gran relevancia y permanencia. Se destacaron por el número de afiliadas y la diversidad de actividades que desarrollaban. Entre los objetivos estaba la denuncia del alto costo de la vida, los abusos del sistema de pulperías, el derecho al descanso dominical, campañas antialcohol y la promoción de las ideas de emancipación de la mujer. Dentro de las actividades que realizaban, destacan la preparación de conferencias, lecturas de poesía y pequeñas obras de teatro. Estas actividades se transformaron en los medios mas difundidos para entregar recreación y educación a los pampinos y sus familias. En general, este aporte ha sido silenciado por la historia oficial y es nuestra labor examinar estas experiencias para comprender, no solo realidades, sino también miradas y proyectos. Tanto la prensa obrera como el teatro obrero fueron espacios de aprendizaje social y participación, se constituyeron como espacios de creación y transgresión, de experiencias autónomas y autogestionadas que lograron ser la voz de quienes habían sido mantenidos en silencio.
“El vínculo que las mujeres podemos establecer con nuestra propia historia, no puede limitarse a un rescate puramente testimonial de las experiencias pasadas. La recuperación de una historia que se ha forjado colectiva y organizadamente a lo largo de distintos y complejos procesos históricos, tienen un sentido y una proyección política. Este retorno hacia nosotras mismas, posee una dimensión profundamente social, ya que no solo permite un acercamiento crítico a las experiencias pasadas, sino también fortalecer los lazos de nuestra identidad colectiva”. (Op. Cit.)
Si bien gran parte de la información recogida para este artículo corresponde a un ensayo de Magíster en Género, creo que es absolutamente válido para representar, mas allá del género, la importancia de establecer un vínculo real con nuestra historia como pueblo explotado y construir desde nuestra memoria histórica una identidad de clase que nos permita cimentar el camino para la sociedad que queremos construir. No se trata de una mirada nostálgica ni lastimera del pasado, sino de la memoria histórica que cobra fuerza cuándo es un una fuente de saber tan potente que es capaz de orientar nuestras acciones presentes y vislumbrar las futuras.

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